
Cuando en el siglo XV los europeos conquistaron
Canarias, dieron con unas sociedades muy distintas a las del Viejo Continente. Su cultura material era neolítica; su economía, pastoril; y su idioma, el
amazighe. Provenían del norte de África, donde todavía hoy habitan sus "primos", mal conocidos con el nombre de
bereberes ("bárbaros"). Los
guanches isleños creían en la vida después de la muerte y, en islas como
Tenerife y Gran Canaria, embalsamaban a los difuntos de mayor rango. Los cuerpos recibían el nombre de
xaxos ("enjuto, desecado") y, a pesar del expolio al que fueron sometidos, todavía pueden contemplarse en varios
museos del Archipiélago.Los antiguos isleños lavaban los cadáveres con hierbas y agua, y
los sometían después a un tratamiento químico con manteca de ganado y otras sustancias de propiedades astringentes. Luego, dejaban que el cuerpo
se secase al sol durante quince días, en los que el cadáver podía ser ahumado por las noches, o recostado sobre la arena caliente durante el día.
Transcurridos los quince días de secado, envolvían el cuerpo enjuto con pieles de cabra, cuyo número variaba en función de la posición social del
difunto. Por último, la mortaja se cosía y se marcaba, para poder identificar al
muerto en el futuro.
Thomas Nichols, un representante comercial británico que visitó el Archipiélago a mediados del siglo XVI, aseguraba en uno de sus libros haber visto
"cuevas de 300 de estos cadáveres reunidos". Y los describía de la siguiente forma: "la carne estaba reseca, y el cuerpo se quedaba tan ligero como un pergamino".
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